lunes, 17 de junio de 2013

III. Miedos

Me da miedo no encontrar a nadie y, si lo encuentro, me da miedo que no sepa guiarme cuando estoy perdida. Me da miedo caminar sobre piedras y estar descalza. Me da miedo no encontrar nada por lo que luchar, que nada me conmueva. Me da miedo cerrar los ojos y que, al volver a abrirlos, nada haya cambiado, que la gente siga moviéndose en su burbuja. Me da miedo no saber afrontar el fracaso con madurez. Me da miedo parecer una piedra, que los demás piensen que mis sentimientos son inexistentes. Me da miedo no hacer nada, quedarme quieta viendo cómo pasa el tiempo. Me da miedo crear sin inspiración, que aquello que haga no tenga sentido a mis propios ojos. Me da miedo hablar y que no me escuchen, gritar y dejarme la voz. Me da miedo no aprender de los errores y volver a cometerlos una y otra vez. Me da miedo caer y no saber levantarme. Me da miedo parecer "una más" cuando he decidido ser especial, al igual que no pasar desapercibida cuando no quiero que nadie me vea. Me da miedo fallar a la gente que quiero y que, al intentar arreglar las cosas, sea demasiado tarde. Me da miedo borrar de mi mente palabras que alguna vez podrían ayudarme. Me da miedo correr y no saber en qué dirección debo girar. Pero, sobre todo, me da miedo no saber querer.

II. Sentimientos

Sentimiento, como he escuchado más de una vez, siento y miento. Últimamente parece algo muy sobre o infravalorado, dependiendo de cómo lo mires. Sobrevalorado en el sentido de que es algo que parece que no lo puede hacer cualquiera. Como si sentir se tratara de algo elitista. Parece que sentir llega a ser algo complicado. Infravalorado porque es algo que está cayendo en desuso. La sociedad, la persona, el mundo... parece que todo está mucho más mecanizado y que hacer algo que salga directamente de la propia persona, "no mola". Que si un hombre le dice algo bonito a una mujer es un calzonazos o si una mujer se lo dice a un hombre es la típica arrastrada y fea que trata de conseguir novio a toda costa. Al final vamos a darle el significado de siento y miento porque sentir no es "lo que se lleva" y porque se miente acerca de ello tan solo para conseguir lo que quieres. ¿Qué pretendes que hagamos, sociedad? ¿Que parezcamos robots o marionetas? Lo siento, pero yo no quiero serlo.

Caminando la vida. Camino de Santiago.

"Ven al Camino de Santiago", me decían, "es una experiencia única que merece la pena vivir al menos una vez en la vida". Ya ha pasado casi un año, pero creo que merece la pena intentar describir lo que se siente. 
Tomar la decisión de cargar con una mochila durante varios días es de valientes. Todos sabemos que es andar y más andar, levantarse de madrugada, exponerse a algo realmente diferente; bien para desconectar, bien por motivos deportivos, por encontrarse a uno mismo, da igual el por qué, solo animarse a ello cambia la vida. Puede que los primeros días empieces con mucho ánimo o todo lo contrario, con el ánimo por los suelos, pero paso a paso te das cuenta de cosas que no te esperabas. Conforme vayan pasando los días encontrarás dolores en partes de tu cuerpo que no sabías que tenías, pero la mochila se hará a ti o tú a ella, pero acaba convirtiéndose en inseparable, es tu espalda. Puede que las dichosas ampollas te frenen, te duelan o que no aparezcan. Si tienes la suerte de no tenerlas, aprovéchalo y ayuda a aquellos que las tengan. El Camino también es eso, ayudar a los otros. Puede que un sencillo "Buen camino" para alguien, conocido o desconocido, una sonrisa o un gesto de ánimo cambie el ritmo de una persona. Recuerdo que los primeros días la valoración, no del Camino, sino de mí y mis capacidades era muy negativa, y no solo por mi parte, sino también lo sentía así por parte de otros. Esos días eran como diferentes puñaladas que venían de una parte y otra, pero probablemente las que más dolían eran las propias. Pero, como en todo, siempre hay una luz al final del túnel, algo o alguien que te anima a seguir adelante en todo momento. Vale, que también recibía ayuda de algunas personas que se encontraban allí conmigo, pero, sin duda, la ayuda que más me animaba estaba en otro lugar, un lugar tan familiar, que era mi casa. Ese "no te rindas" me ayudó muchísimo más de lo que cualquiera podía esperar. Ya por la mitad de los días o así, ese día tan duro de "LOS 40 KM", comprendí también la parte de la entrega en el Camino, pues todo lo bien que me encontraba yo, era lo mal que se encontraban las dos personas que me acompañaron durante ese día. Además, al final del día recibí un gracias por su parte delante de todo el grupo, lo que me animó mucho más y me hizo seguir adelante de otra manera. Entonces vi la diferencia entre hacer el camino y hacer el Camino. No es algo fácil entregar fortaleza cuando tú estás en la reserva, pero al hacerlo es como si tuvieras el depósito lleno de nuevo. Compartes tus debilidades con los otros y parece que tan solo consigues fortaleza. Es precioso entrar a Santiago con un grupo de gente, todos juntos, de la mano y pensar que lo habéis conseguido juntos.

El Camino cambia a la gente, tiene algo mágico que se queda encerrado entre el paisaje que te rodea y tú. Es difícil de explicar. Simplemente, si deseas saber qué es, haz el Camino o, como nos enseñaron a nosotros, deja que el Camino te haga. Déjate sorprender, vive la experiencia. Como a mí me decían: Ve al Camino, es una experiencia única que merece la pena vivir al menos una vez en la vida.